Iba por la mitad y ya dormir 8 horas cada noche se había convertido en mi máxima prioridad. En mi compromiso inamovible.
El trabajo, la familia, el deporte pasaron a ser secundarios a mis ocho horas de sueño.
Los que me conocen saben que antes no había nada que me importara menos. Nada que sacrificará más. Pero ante argumentos tan claros y comprobados no hay nada que hacer.
Peor que el ignorante es aquel que aprende y no aplica.
El común denominador de los cientos de experimentos a lo largo de décadas de investigación estudiando el sueño: Ninguna persona se daba cuenta de lo disminuidas que estaban sus capacidades al dormir menos de ocho horas. Se sentían perfectos, cuando sus acciones demostraban mucho menos que eso.
¿Cuántos nos sentimos así?
Recomendado es poco. OBLIGADO.