Saliendo de la Feria del Libro del año pasado, habiendo ya completado mis compras, me encontré con este librito. Una edición linda, pequeña. Un libro escrito hace más de 100 años, indicio de algo bueno. Una especie que algunos llaman la más inteligente del planeta.
Me ganó la curiosidad, me lo compré por curiosidad, y la apuesta valió la pena.
Este libro son las observaciones sobre la vida de las abejas, llena de analogías con nuestra vida. Una historia que inicia con un momento único en la colmena - la enjambrazón - cuando en la cúspide de su riqueza, en un panal repleto de miel, las generaciones más viejas de la colmena deciden abandonarlo todo para dejarle el fruto de su trabajo a las más jóvenes, buscando lo mejor para la especie y saliendo ellas a empezar de ceros.
Y siguiendo el hilo de ese proceso de dejarlo y empezar de nuevo el libro te enseña infinidad sobre las abejas y perdóname pero discúlpame, este mundo si parece ser tan asombroso como dicen.
La historia de la enjambrazón ya me parece fascinante, pero ni hablar de los roles en una colonia. Como así que están las nodrizas, que cuidan de las larvas. Las damas de honor, entregadas a la reina. Las ventiladoras, que se dedican a batir sus alas sin parar para lograr la evaporación de excesos de agua en la miel. Las arquitectas y constructoras, encargadas de construir los panales, en esa figura hexagonal perfecta. Las recolectoras, que salen al campo por el néctar de las flores. Las químicas, que insertan con su aguijón una gota de ácido a cada celda con miel. Las barrenderas, que limpian cada camino dentro del panal, cada calle de aquella ciudad. Las amazonas, guardianas de la entrada protegiendo el ingreso de cualquier intruso. Ni hablar de las necrófanas, cómo así que hasta hay unas encargadas de sacar los cadáveres de la colmena.
Una locura ese nivel de organización, de comunicación. Que lindo es asombrarse al descubrir algo nuevo.
Me pareció un poco difícil de leer, a veces cargado de figuras literarias y largos párrafos. Hasta me quejé leyéndolo, llegando a pensar “qué libro mal escrito”. Llegué a la última página, y encontré unas notas sobre el autor. Resulta que el tipo es Premio Nobel de Literatura, definitivamente la ignorancia si es muy atrevida.
Y más allá de los datos y curiosidades de las abejas, me llevo una enseñanza clara. Eso es lo que logra una especie que sacrifica por completo el bien individual por el bien común. Lo miro con celos, con envidia, en el fondo de mi corazón, ese compartir es lo que más quisiera que tuviéramos en común los humanos y las abejas.
Y el post data, una curiosidad.
En 1750, Suiza, nace Francisco Huber. Pierde la visión de niño. ¿Y sabes en qué se convierte de adulto? En el maestro, el padre de la apicultura moderna. Sus observaciones, sus experimentos, sus descubrimientos son todavía referencia de todo apicultor. Un buen compañero fue todo lo que necesitó, siendo éste sus ojos en el campo, algo aprendió del compañerismo de las abejas. Y como todo gran profesor, sus enseñanzas trascienden sus libros, demostrándonos que no hay limitación que venza las ganas de aprender.
